domingo, 30 de noviembre de 2008

xx. Ganas de sangre .xx

Eso es, ahí tenemos la portada del mes de diciembre de la revista de cine Fotogramas. Cinemanía también le dedica un buen reportaje. Crepúsculo, basada en el libro homónimo de Stephenie Meyer, primer volumen de cuatro, se hace con ríos de tinta en los medios de comunicación de todo el mundo.

La cinta, que fue grabada a ciegas sin saber la aceptación mediática que tendría en las grandes pantallas, ha roto la taquilla estadounidense. Duplicando con creces la recaudación de la última película de Disney, Bolt, el filme dirigido por Catherine Hardwicke (“Thirteen”) ha conseguido la friolera de 71 millones de dólares en su primer fin de semana.

Las cuatro entregas del fenómeno literario de Stephenie Meyes han vendido más de 17 millones d ejemplares en todo el mundo desde la publicación en 2005 del primer volumen, llegándose a convertir durante 47 semanas en “el bestseller” de The New York Times. La banda sonora de la película, muy estudiada por la creadora de la historia, ya forma parte de la lista de discos más vendidos cuando ni siquiera se encuentra en el mercado.

El argumento de los libros es simple: Muchacha joven de 17 años conoce vampiro y se enamora de él. Bella Swan y Edward Cullen, el personaje literario más deseado por las jóvenes lectoras de todo el mundo. El problema es que, por muy moderno que sea…bebe sangre. Keisten Stewart (La habitación del pánico) y Robert Pattison (Harry Potter y el Cáliz de Fuego) son los encargados de dar vida a los protagonistas de la ficción.

Ahora queda esperar a ver la película para comprobar si las cifras van acordes a la calidad de la adaptación, y tener paciencia para leer el próximo libro de la nueva J.K.Rowling, Sol de Medianoche.


Yo, como seguidor ferviente de los libros, espero salir con una sonrisa de oreja a oreja tras el visionado de la cinta. Ya veremos.


viernes, 28 de noviembre de 2008

xx. El valor de lo efímero .xx

Cada amanecer me enfrento a la vida con furia e intento que perduren todas las sensaciones que voy sintiendo en los huecos de mi memoria. A cada instante doy un paso con firmeza y visto la cabeza bien alta prometiendo que cada día será mejor que el anterior. Cada mañana observo, sonrío y me intento convencer del valor de lo breve. A cada momento asimilo lo intensa que es la vida, efímera y a la vez tan sórdida.

Giro el cuello y me doy cuenta del estrés con el que vive la gente, mi familia y yo mismo. Camino más lento aún, siempre llegando impuntual a cualquier sitio. Nací después de lo esperado, conocí al chico que me volvió loco antes de que me tocara hacerlo y llego tarde a todas horas. Lo mío no es el tiempo exacto, las exactitudes; a mí me gusta la sensualidad de la lentitud con la que la gota de lluvia se precipita desde una nube hasta el charco donde un día saltaba con unas botas de niño idiota salpicando a todas las mujeres mayores que pasaban por allí; a mí me encanta dividir la sonrisa de una persona que quiero en varios fotogramas que me permitan degustarla mejor…a mí, a mí. Hace años que dejé de hacerle llaves a la velocidad con la que pasa el tiempo.

Efímero, piénsalo… qué palabra más bella, ¿verdad?

La vida en sí misma es efímera, huidiza. Los veinte segundos en que nos atamos los cordones por primera vez o montamos en bicicleta para dar de bruces con el suelo; el primer amor, que se desliza entre los dedos hasta escapar transformado en brisa inerte que jamás regresará. Efímero, repito, efímero.

Un primer beso, húmedo y breve, que frena tu vida en seco desafiando la ley de la mortalidad. Los tres minutos de una canción que te emociona al recordarte a un ser querido que ya no está, cómo duele. La hora y media de una película que muchos dicen que es mala pero que para ti toma un sentido especial. Una tarde que te regalas sin mentiras, sin presiones, contigo mismo. Efímero, repito, efímero.

Dar treinta pasos con los ojos cerrados en medio de un bosque, confiando en que no te romperás la mandíbula al golpearte con cualquier rama gruesa. Un buen libro acompañado de un descafeinado, tu mejor amiga y la vista más bonita de todo Madrid. El éxito del fracaso y el fracaso del éxito. Darse cuenta de que las cosas no son lo que parecen, que ni estás tan solo ni tan acompañado. Que algunos que parecían quedarse para siempre se fueron y otros que no prometían demasiado siguen a tu vera. También reconocer que eres el mismo niño que hace quince años eras, pero con líneas que marcan en el mapa de tu rostro los caminos que recorriste, hasta dónde llegaste. Observa tus facciones.

Sentir, vivir, amar, sonreír, madurar, aprender, sufrir para mejorar: sin prisa, pero sin pausa. Ser consciente de que la felicidad se refugia en el cúmulo de pequeños momentos, y que perseguirla como una meta sólo llevará a la frustración. La felicidad, como el amor, viene sin fecha, pero... pobre de aquel que jamás llegue a amar, pues habrá vivido en vano.

Efímero... qué palabra más bella.
David Waldorf.

miércoles, 26 de noviembre de 2008

xx. Prefiero soñar .xx


Eres tan soñador… David - me dice mi otro yo en el espejo mientras se llena la bañera de agua tibia- . No puedes olvidar tu pasado ni dejar de imaginar tu futuro, parece que la cuestión es no ver el presente. Yo le intento explicar que esa tontería de “vivir el ahora” es una metáfora más, que no es sino un par de palabras bonitas y un objetivo imposible, como una frase de película barata que intenta quedar bien con dos palabras que ni el que escribe entiende.

Mira - le respondo yo a veces al reflejo – imagínate sobre un papel gigante. Tú serías diminuto, y tendrías que ir pintando sobre ese gran folio tu vida con colores distintos. El azul el pasado, el rojo el futuro. El presente no tiene color. Quieras que no, esa zona del papel acabará siendo una mezcla del futuro que intentas mejorar y del pasado del que intentas aprender para no repetir los mismos errores. Tendríamos un violeta improvisado, al fin y al cabo. Tampoco sé decirte el tono exacto, eso ya depende de si esa mañana me he levantado más fantasioso o precavido, quién sabe.

En cualquier caso soñar nunca está de más – yo le digo –, ya que muchas veces tres colores no son suficientes para lo que siento dentro de mí, y con valentía y un par de minutos me pongo a escribir palabras, historias. Es entonces cuando me veo rodeado de un trono de terciopelo, un folio que yo puedo escribir y corregir a mi manera, y miles de pompas de jabón que se elevan por mi mundo imaginario reflejando tantos colores como sueños tuvo el hombre más longevo del mundo. Y mira que casi siempre lo que termino escribiendo pierde su sentido cuando las pompas de jabón caen sobre la tinta de mi sopa de letras, pero al menos lo intento.

No sé si me has entendido - le termino diciendo – Y en ese momento, cuando mi reflejo está cubierto por el vaho, dibujo en el espejo dos palabras: PREFIERO SOÑAR. Y mi otro yo ya no responde.

lunes, 24 de noviembre de 2008

xx. Este no es el lugar .xx


Nací, crecí y apareciste en mi vida. Me enamoré de ti, conseguí romperte los esquemas y empezamos una historia con fecha de caducidad por culpa del miedo. Miedo al qué dirán, al sabor de un beso desconocido, a ser lo que no esperaban los demás de ti. Cientos de kilómetros y un sentimiento único, el que me hacías sentir cuando yo cerraba los ojos y tú me susurrabas dos palabras mágicas… yo era tan feliz. Fueron los dos años más intensos de mi vida, los más bonitos. Yo escuchaba un segundo tu voz y me moría de felicidad. El corazón se me aceleraba y vivíamos una realidad paralela sin injusticias ni dolores de cabeza.

Al final, como muchas otras historias de amor, no pudo ser. Estaba tan quemado, tan ensimismado con lo que yo sentía sin saber que tú necesitabas tiempo para aceptar el giro de tornas que yo había supuesto para ti que acepté tu despedida. Decíamos que esto nunca pasaría, que era imposible que nada nos separara y hoy me tengo que conformar con los recuerdos que con crueldad se pasean por mi cabeza. Jamás volveremos a tener quince años.

No sé si algún día aprenderé a vivir sin ti, sé que necesitaré tiempo, años. El sabor de la felicidad no se olvida con facilidad. Me da rabia no haber podido demostrarte muchas cosas. Me hace daño no saber en qué pude haber fallado, dos años a quinientos kilómetros de tu cuerpo ya eran demasiado. Me prometiste que no volverías para no hacerme daño y que así me demostrarías lo que me querías. Hoy me hago sangre al morderme la lengua pensando que acepté tu acuerdo.

Tengo que dejar de escribir, este no es el lugar ni tampoco el momento.

sábado, 22 de noviembre de 2008

xx. Pasión, sin más .xx


Hace cuatro años me enamoré del Cirque Du Soleil. Con quince años, en época de exámenes, descubrí la existencia de un circo muy famoso en el que no se utilizaban animales y se glorificaba el valor de la belleza y la estética. Acostumbrado desde pequeño a detestar a cualquier tipo de payaso gracias al conocido IT de Stephen King, el Circo del Sol cambió mi forma de entender las artes circenses.

Igual que sin quererlo me enamoré de la ciudad de Venecia, el Cirque Du Soleil entró en mi corazón en forma de flechazo. Pasé dos noches buscando vídeos de la compañía y me documenté como pude. Con el paso del tiempo y la aparición de YouTube pude satisfacer mis ansias de “saber más” con decenas de vídeos de este circo inigualable. Me recuerdo con el corazón acelerado y una lágrima resbalando en mi mejilla escuchando la composición de René Dupéré, Alegría, para el espectáculo del mismo nombre de 1994.

Desde entonces, cada vez que alguien dice las tres palabras mágicas (Circo del Sol) a este chico que escribe se le dibuja una sonrisa grande en la cara. No sé muy bien el porqué, simplemente me pasa.

Toda esta entrada, primera que escribo de forma espontánea en el blog, se debe a que después de tanto tiempo soñando con espectáculos como Quidam, Dralion, Corteo y Alegría, y de cinco meses de espera, tras pagar el dineral que nos han costado las entradas, he asistido al espectáculo Varekai, que se representa en el Recinto Ferial Casa de Campo, en Madrid, entre noviembre y principios de enero.

Era lo que esperaba multiplicado por cien. El espectáculo, de dos horas y media, ha logrado emocionarme superando con creces mis expectativas. Mientras vivía uno de los números más espectaculares que se han vivido bajo la carpa del Grand Chapiteau, consistente en el balanceo incesante de dos artistas por las alturas, me he preguntado cuánto tiene que amar el circo cada una de las personas que en él trabajan. Sin duda demasiado, la pasión que transmitían sus miradas con cada esfuerzo que hacían lo dejaba claro.

El cuidado vestuario, los efectos de luces, el perfecto tándem de teatro y circo, y la música, bella como jamás has imaginado, logra transportarte a una realidad paralela que nunca habías logrado experimentar. Esa es la esencia del Circo del Sol, la facilidad de un equipo de personas para hacer cruzar el umbral de la realidad a un grupo de espectadores que, paralizados, se dejan embaucar por una serie de sensaciones e imágenes de perfección neoclásica que durante un par de horas olvidan sus vidas respirando arte y vitalidad.

Como una droga que no daña, el Circo del Sol me ha atontado como hace unos años hizo una ciudad italiana en la que un día me gustaría dar un sí muy especial.


Pasión, sin más.

jueves, 20 de noviembre de 2008

xx. A sorbos .xx

Desde la primera planta de esta oscura cafetería busco la mirada de algún extraño al otro lado de la sucia cristalera; busco alguien que clave sus ojos en los míos y acuda a escuchar mis lamentos. El café arde como se incendia mi memoria al recordarte, así que me entretengo con el movimiento sin sentido de los árboles, mecidos por el aire exánime del otoño londinense que desde aquí no escucho mientras la leche se enfría. A estas horas de la madrugada el Starbucks madrileño en el que te conocí ya estaría cerrado y sin embargo, en esta ciudad, siguen sirviéndose decenas de bebidas de distintos sabores sin importar lo que indiquen las agujas del reloj.

Recuerdo a la perfección cómo te reíste, a dos sofás de distancia, cuando tras dar un sorbito a mi cappuccino, una capa blanca quedó presente en mis labios sin que me diera cuenta. Te tomé como un imbécil más y repasé una vez más el artículo que tenía que preparar para el próximo número de El País. Cuando volví a mirarte te tenía enfrente. ''¿Alicia, verdad?'', me preguntaste. Por una vez la chorradita de que te pongan el nombre en el vaso de plástico había servido para algo; asentí y te miré con curiosidad. Llevabas un gorro de lana en pleno agosto. Preferías que te tomaran por loco que por enfermo.

Me enamoré de ti, sin apenas haber pronunciado una sola palabra, cuando te quitaste el gorro y me mostraste el porqué de la tristeza de tu mirada. Abriste tu corazón a un simple nombre en un vaso y yo sólo pude tragar saliva. Sentí contradicciones en mi estómago y clavé mis uñas en la piel marrón del asiento.

Charlamos durante horas, tomamos café durante días, e hicimos el amor durante meses. Comentamos exposiciones, lloramos con películas en blanco y negro y me inculcaste tu amor por la música. Nos mudamos a Londres. Yo compraba tus pentagramas y tú me contabas mediante corcheas que una vida con amor era motivo suficiente para haber existido. Me prometí estar contigo hasta el último momento, luchando juntos por el cáncer que te alejó de mí. Hice un esfuerzo sobrehumano por sonreírte siempre, y cuando dormías, el espejo del baño era el único testigo de mi dolor y miedo.

Dejé mi trabajo, mi vida y mi Madrid por amarte el tiempo que el destino nos permitió estar juntos. La vida me regaló treinta meses al lado del ser más maravilloso del universo, al menos de mi universo personal. Cuando sientes la muerte a tu lado olvidas las mil capas estúpidas que envuelven tu vida y te quedas con la única realmente importante, el amor. Nunca quisiste prestarte a los médicos y pereciste abrazado a mí. Cuando abrí los ojos supe que ya no estabas.

Sin embargo, caprichosa la vida, no me dejaste sola. Tú te marchaste pero él se quedó conmigo. La última noche que hicimos el amor dejaste algo vivo dentro de mí. Los médicos dicen que es matemática imposible que en tu estado pudieses haberme dejado embarazada, pero las ecografías abofetean sus palabras.

Esta madrugada, en esta cafetería, prometo caminar hacia adelante y no rendirme jamás. El café ya está frío, a veces me entretengo demasiado recordando. Lo bebo a sorbos y me marcho de allí. Nos marchamos los dos, tu bebé y yo.

Todo irá bien, mi vida.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

xx. Tacón de aguja .xx


Te doy la bienvenida al salón de mi apartamento, ponte cómodo. Para que te vayas situando mientras te guardo la chaqueta, he de decirte que la tinta con la que podría estar escribiendo estas palabras tiene un valor económico que jamás lograrías reunir en tu cuenta bancaria trabajando en un puesto de trabajo como el tuyo.

Vivo en Nueva York. No te diré el precio del suelo que piso con mis zapatos rojos de Manolo Blahnik pero puedo confesarte que desde este sofá de piel tengo a mis pies las mejores vistas de Central Park que cualquiera podría tener.

He preparado este café para ti, ten cuidado con la porcelana.

Cada una de estos lujosos espejos refleja mi cuerpo extremadamente perfecto en sus cristales. Son de Praga, cariño. Sé que soy perfecta, deja de mirarme así si no quieres que me ruborice. Este traje oscuro se lo encargué a Gucci hace apenas un par de días. En serio. Si te fijas bien, los tacones rojos de los que te acabo de hablar hacen un contraste maravilloso con el vestido y con mi precioso cabello moreno.

No te muevas, voy a maquillarme y vuelvo enseguida.

La verdad es que lo de ser la mejor vestida de la ciudad me viene de familia. Mi madre tenía estilo ¿Cómo crees si no que tendría estas paredes de estilo afrancesado decorando este precioso baño? ¿Crees que lo he conseguido por mí misma? No, no es así. Mi padre es un pez gordo de uno de los bancos más importantes del mundo, con oficina en Nueva York. En realidad es un cabronazo que siempre ha pensado que su dinero me era suficiente para ser feliz. No nos vemos con frecuencia, la verdad. No me pidas que te diga la cantidad de dinero que maneja. Si algo me distingue a mí es, además del buen gusto, la discreción y el no presumir de lo que tengo. Bueno, el yate es que es de los más grandes del puerto, qué quieres que le haga. En definitiva: estoy forrada. Podría dormir con sábanas hiladas por billetes de miles de dólares si lo deseara. No creas que te miento.

Quién me diría a mí, que a mis veinte años de edad iba a ser una zorra con suerte, una diva de Nueva York. Y no te creas que termina de gustarme la ciudad por muchos millones que tenga. Eso de salir de compras por Midtown y cruzarme con algún toxicómano que otro como tú me pone los pelos de punta.

Yo siempre he sido muy tolerante cariño, si algo he defendido en mi deslumbrante vida ha sido la libertad de las personas. El derecho de todos y cada uno de actuar libremente y de acuerdo a su conciencia, sin tener que dar explicación a nadie. Oye… no me negarás que esta sombra de ojos me da un toque así como glam, ¿verdad? Veamos, qué te estaba diciendo. ¡Ah, sí! Te estaba comentando que he sido una feroz defensora de la libertad individual de everyone.

Cada uno puede vestir como quiera y pueda, ¿no? No todas en este mundo tienen la suerte que yo he tenido ni pueden permitirse comprar lo último de lo último en la Quinta Avenida, ¿verdad que no? Yo me tomo mi té rojo, por supuesto siempre con edulcorante, en la cafetería acristalada de moda con un buen libro de Jane Austen, mientras que otras lo hacen tiradas en la hierba de un triste parque de alguna vulgar ciudad demostrando su latente mediocridad. ¡Qué le vamos a hacer! Un segundito, que no encuentro el colorete. Ya está, prosigamos.

Cariño, que en conclusión todos somos libres y tenemos lo que perseguimos. Por ejemplo, esta madrugada tú y sólo tú te has buscado morir. No me hables del derecho a la vida, no seas demagogo. Seguro que el mes pasado me viste en la Vogue defendiendo los derechos humanos con esa ropa asquerosa que me obligaron a ponerme, así que deja de hablar. ¡Yo tengo dignidad, en esencia!

En este momento Sarah golpea con furia el espejo del baño haciendo que su reflejo desaparezca en mil añicos, provocando un imprevisto estruendo.

¡Mira lo que has hecho! - Grita con furia – Arrasaste con mi dignidad y ahora has conseguido que mi fabuloso espejo se haya jodido para siempre. ¿Esto es lo que quieres?

Sarah se desplaza al salón llena de rabia y los dos ojos de su obligado invitado se clavan en el pedazo de cristal que lleva en su mano izquierda.

Que vayas vestido con un traje de Brioni y juegues al golf los domingos no te da derecho a hacer lo que me hiciste, hijo de puta. Esa madrugada, en la que el alcohol bailaba por mis venas al ritmo de las luces de neón en la discoteca, tú me esperabas a la salida en tu deportivo de mierda. Aguantaste horas en él, colocado de tu droga preferida, esa que podría matarte pero que jamás lo hará porque yo me adelantaré. No te rendiste al paso de las horas y cuando finalmente salí de aquel elegante local me trataste como a un mísero juguete.

Tiraste de mí de imprevisto, sin que tuviese tiempo para reaccionar, y me violaste. Ridiculizaste toda mi existencia y abusaste de mi cuerpo sin pararte a pensar en las consecuencias, rompiendo mis sueños y eliminando por completo la persona que hasta ese momento fui. He intentado olvidar, de verdad, convirtiéndome en una estúpida princesita neoyorquina cuya mayor inquietud sea conseguir los zapatos de charol de Judy Garland en el Mago de Oz. Ahora sé que me engañaba, mi odio te esperaba en algún lugar inhóspito de mi alma. Cuando esta gris mañana te vi, lo supe, en ese mismo momento. Fue toda una sorpresa. Hasta ese instante y desde que me robaste la dignidad me había convertido en una estatua que petrificada no había vuelto a sentir emoción ninguna, me alejé de todo. Cuando te vi sentí odio.

Y ahora estás aquí, fíjate. Atado, drogado, frente a una niña pija que por un incidente se ha vuelto a cruzar en tu camino y que no te va a dejar escapar. La justicia no existe, el mundo es del más poderoso. Nadie sabe lo que ocurrió, prefiero tomarme la justicia por mi mano y empatar el marcador. ¿Ves este cristal? Cuando el reloj marque las doce te lo habré clavado en el corazón. Qué épico, cuando Cenicienta vuelve a casa tú volverás al infierno, apuñalado por un cristal afilado, como un finísimo tacón de aguja.


¿Quieres decir algo? ¡Ah no, tú no me dejaste hablar a mí cuando te apropiaste de mi cuerpo!

Tres, dos, uno… ¡Bon Voyage!