sábado, 31 de enero de 2009

xx. Realidad Paralela .xx

Tú frente a la nada, ya no puedes hacer nada,
La mente inerte en blanco, el viento está gritando.

Ya no sabes qué hacer en este mundo loco,
Puedes echar a correr, puedes llorar un poco,
Puedes fuerte gritar alzando el tono poco a poco,
Puedes pedir libertad, pero no esperes piedad.

Te sientes frente a un muro sin posible salida,
No pueden entender lo profundo de tu herida,
No pueden comprender que se oxida tu vida,
Y cuando te intenten entender tú sangrarás sin medida.

Tú frente a ti mismo en ese maldito espejo,
Sonríe sin pensarlo en ese añejo reflejo.

Levanta de una vez, que les deslumbre tu sonrisa,
Promete de una vez que hoy disfrutarás la brisa,
Escapa y sé feliz, que eso nadie te lo impida,
Que el día que te marches sea amando la vida.

Y deja el odio a un lado pues serías como ellos,
Paralela realidad, ya nadie saldrá corriendo,
Infinito dolor que te tatuaron sin permiso,
Tolerancia perdida, crucifixión sin aviso.

Tú frente a la nada, siente el aire en tus pulmones,
Comienza a vivir sin plantearte rendiciones.
David Waldorf.

jueves, 22 de enero de 2009

xx. Sucia Sociedad .xx

Mucho elogio en vano,
Nada es de verdad,
Todos están locos,
Puta realidad.

Religión que mata,
Pagan inocentes,
Política que engaña,
Nos mienten diariamente.

Fanatismo absurdo,
Símbolos violentos,
Me quema la rabia,
El dolor es intenso.

Se juegan la vida,
Por una copa más,
Se pinchan heroína,
Quién lo va a evitar.

Cruzadas de armas,
Negocios ilegales,
Se meten en la droga,
Pero ya nunca salen.



David Waldorf.

martes, 20 de enero de 2009

xx. 28 de Junio .xx


28 de Junio, Día del Orgullo Gay. La cabalgata llena de chicos guapos, Chueca inundada de colores fosforitos, y personas de cualquier condición sexual, música y alcohol celebrando el día por todo lo alto; y la pregunta de muchos: ¿pero por qué Día del Orgullo Gay?

Cuando tenía diez años sabía que había algo que no iba bien, no me sentía identificado con la mayoría de mis compañeros de clase; esa atracción sexual hacia casi cualquier fémina que ellos ya sentían, esa pasión por un deporte que a mí me parecía incluso aburrido, sus mismas conversaciones de siempre hablando de los pechos de la chica más atractiva de la clase… ¿Qué me pasaba a mí?

Crecí, física y psicológicamente, y fui siendo consciente de que mi vida no sería completamente igualitaria a la de los amigos de los que me rodeaba. Sabía que lo que me causaba felicidad era la sonrisa bonita de un chico caminando a mi lado; me prometí guardar silencio por no sentirme rechazado.

Era un niño silencioso, quizá porque mi único confidente era yo mismo; mis pensamientos y sentimientos no eran más que palabras calladas en mi mente que, catapultadas por el miedo, no saldrían de mi boca, prefería callar y contar conmigo mismo desconfiando de mi entorno.

A pesar de ese silencio recibí golpes que no merecí y que aunque ahora me sean lejanos siempre permanecerán enterrados en una esquina inhóspita de mi cabeza. Tuve que aguantar palabras injustas, bajar la mirada al pasar de largo cerca del grupo más agresivo del colegio, y llegué a tragar tierra por ser distinto a ellos. Fueron tiempos para olvidar, jurándome que algún día yo triunfaría y pisaría con mi valentía sus miradas de odio habiendo superado los obstáculos con los que un día me intentaron hacer tropezar.

Al ser consciente de lo que me estaba pasando busqué información, casos de más chicos como yo para ver que no estaba solo. Me informé, conocí chicos homosexuales y me acepté completamente, sabía que sí me aceptaba a mí mismo lo que pensara de mí el resto del mundo iba a estar de más.

Me enamoré como un loco de un chico cuyo nombre siempre recordaré y me pregunté el porqué de la discriminación existente en esta sociedad. Él dudó, pero frente a sus amigos las miradas de complicidad que buscábamos cuando nos quedábamos a solas desaparecían. A pesar de la sensación de vacío que siempre provoca un primer amor todavía guardo un buen recuerdo de aquella época.

A través de información, el apoyo de nuevas amistades y un poco de valor, con catorce años logré conversar con mis padres sobre mi orientación sexual. Decidí quitarme la careta de hipocresía que no estaba dispuesto a llevar un día más y dejando el miedo a un lado desnudé mis sentimientos ante el resto de mis familiares y amigos.

Lógicamente, lo de “eso es una moda, ya se te pasará” fue una de las frases más utilizadas por muchas de las personas con las que me sinceré. Me hacía bastante gracia porque sabía perfectamente que de moda nada, que mi vida se desarrollaría junto a un hombre, sin bodas con música eclesiástica ni las facilidades que me habría gustado. Era feliz, había sido valiente, me sentía orgulloso de ello. El camino hasta ese momento había sido duro, pero desde ese instante caminaría sin miedo, sin necesidad de esconderme ante nadie más.

Uno de los tópicos que más estúpidos me parecen es la imagen de promiscuidad que se tiene del homosexual por la parte más conservadora de la sociedad, que incluso se atreven a tacharte de depravado. Prefiero pensar que es así porque la ignorancia de la generalización les ciega la razón y no lo han vivido en su propia piel. Se equivocan completamente, ser homosexual es sentir, reír, llorar, enamorarte y volverte loco por alguien con quien quieres compartir tu vida, sólo que ese alguien es de tu mismo género. Ni es una opción sexual ni ser gay consiste en tener a un chulo cada semana, nada más lejos de la realidad. Al igual que nací con un color de ojos que me vino decidido genéticamente sin que nadie optara por ello, lo hice con una orientación sexual que de opción tiene poco.

Aunque es duro saber que en otra época, cultura o nación llegarían a plantearse si mereces vivir o no por el simple hecho de amar, es mejor llevar la cabeza alta dando la espalda a sectores como el sector eclesiástico y agradecer los derechos de los que disponemos en países como el nuestro gracias a la lucha de muchas personas de todo tipo de orientación sexual.

¿Sabes por qué celebro el día del Orgullo Gay?

Por sentirme orgulloso de haber llegado hasta aquí defendiendo una realidad que muchos aún no respetan, y por homenaje a esos millones de personas que un día, con miedo, se rebelaron contra un mundo tan bárbaro que impuso la violencia y la sinrazón por encima de los sentimientos y el sentido común.



David Waldorf.

domingo, 18 de enero de 2009

xx. XS .xx

Nadie entiende lo que siente en su interior,
Es su sueño, ella lo sigue sin temor,
Nadie puede limitar su libertad,
Se hace daño, no lo entenderá jamás.

El espejo no refleja la verdad,
Su inocencia pasó a ser fragilidad,
Quizás sea cosa de la ingenuidad,
Lo ha perdido todo, ya ni quiere hablar.

En sus ojos el reflejo del dolor,
Lo de dentro ya no tiene ni valor,
Hoy su peso es lo único que importa,
Aunque no lo sabe su camino acorta.

Cada corte va calmando su ansiedad,
Se hace heridas que jamás se cerrarán,
Otra dieta absurda que la asfixiará,
La ignorancia traicionó su realidad.

Jamás escuchó a la gente que la quiere,
Eligió atender a aquellos que la hieren,
Por un sueño de cristal que en añicos se rompió.

Hoy sus ojos se han cerrado para siempre,
Logró hacerlo con la talla XS,
Nunca supo apreciar el valor de su interior.




by David Waldorf.

martes, 13 de enero de 2009

xx. Queridos reyes magos .xx


Una vez más, como cada diciembre, os escribo mi carta navideña en la que escribo mis peticiones para los próximos meses del año que se avecina. Esta vez voy a dejaros con la boca abierta: no voy a pedir nada material. Queridos reyes magos, para los próximos doce meses me gustaría que cumplieseis alguno de mis deseos. No os llevéis las manos a la cabeza, mis peticiones ayudarían a que nuestro país fuese un poco mejor, ya veréis:

En primer lugar quiero que los políticos que nos representan dejen de atacarse unos a otros sin escuchar ni siquiera las palabras que salen de la boca de un compañero por ser del partido contrario. No juegan al parchís, donde unas fichas tienen que comerse a las otras, si no que tripulan un país gracias a la confianza que millones de españolitos les hemos dado. Que se escuchen entre ellos como individuos únicos y diferentes con ideas buenas o malas, pertenezcan al partido político que pertenezcan. Los economistas saben que existen ciclos constantes en los que la economía de un país sube, baja y vuelve a subir. Los lúcidos afirman que las guerras no las gana nadie y que ambos bandos salen perjudicados por las vidas que se pierden en el camino.

El oportunismo es jugar sucio: que un alcalde injurie a una parte de su país aprovechando su posición no está bien. Que tenga que morir un joven acomodado para que la Comunidad de Madrid actúe de forma desmesurada cerrando salas de ocio de la capital tampoco es correcto. ¿Tiene que morir gente para que las autoridades respondan ante las denuncias de sus ciudadanos? Yo pienso que no.

Me gustaría, por otra parte, que los adultos dejasen de lado la generalización respecto a la juventud que su país tiene. No todos los adolescentes españoles somos malos estudiantes, nos dedicamos a emborracharnos los fines de semana o faltamos el respeto a nuestros mayores. Muchos nos rompemos la cabeza luchando por sacar adelante nuestra licenciatura universitaria, nos manifestamos en defensa de los derechos que nos merecemos y cedemos el asiento en el metro cuando lo consideramos conveniente. Las manifestaciones de miles de jóvenes españoles a pie de calle en contra de la privatización del sistema educativo es un claro ejemplo de que no todos somos iguales: Entre el blanco y el negro hay una gran variedad de tonos grises: no tienen porque tacharnos de buenos o malos. Muchos de nosotros no perdemos la virginidad a los quince años; algunos creemos en el amor y lo defendemos con uñas y garras alegando que nuestros sentimientos pesan más que un deseo carnal efímero que convierte al cuerpo en esclavo.

Quiero pediros, magos de Oriente, que las personas dejen de hacer uso de la violencia en todos los ámbitos. El hombre ha evolucionado lo suficiente como para no tener que solucionar dilemas con la bofetada o la escopeta. Que la guerra muera. Que la violencia doméstica desaparezca. El mundo pertenece a los valientes que luchan por la paz, mientras que la violencia no es más que una expresión de cobardes. Aquel que firma un papel que organiza una guerra, dispara un gatillo o pisotea la dignidad de su semejante habrá fracasado como ser humano liquidando su valor como persona. Haz el amor, no la guerra.

También estaría bien que los medios de comunicación no estuviesen tan influenciados por empresas y grupos políticos, con el fin de conseguir una objetividad necesaria para una información justa y equilibrada de cara a los espectadores, lectores u oyentes. Telemadrid jamás será justo con la izquierda ni Telecinco con la derecha. La ideología que los medios nos inyectan de forma subliminal está injustificada.

Asimismo sería fascinante que los españoles aprendiésemos a valorar nuestra cultura: nuestro cine. Como apasionado de la pantalla grande me resulta soporífero el escuchar el típico comentario de “el cine español es muy malo”. En un año en el que he llorado en el cine con el sentimiento de catarsis que me ha provocado Javier Fesser con su polémica cinta Camino, y he saboreado el aroma sosegado de los diálogos de Casual Day me duele, más que nunca, que un sector de la sociedad tache de pésimo nuestro propio cine. En vez de admirar el camino recorrido por prodigios españoles como Javier Bardem o Penélope Cruz, por cuyas apariciones se pelean directores de Hollywood nos empeñamos en echar por tierra el trabajo de los nuestros. Jamás lo entenderé.

Quiero, queridos reyes, que las personas dejen de sufrir por pequeñas cosas y valoren la importancia de estar vivos. El valor de una sonrisa, la calma de una mirada bonita de la persona que queremos y la paz de un minuto en silencio. Me gustaría que los amigos no se traicionasen, el dinero no moviera el mundo y que Getafe siguiese siendo mi ciudad, cálida en verano e invierno, durante muchos años. Que las televisiones no nos vendan 906 para ayudar al tercer mundo cuando los gobiernos ladean la cabeza discutiendo estupideces en vez de preocuparse por esos números de teléfono que nos muestran cadenas que pagan miles de euros a personajes que se acuestan unos con otros o han estafado en administraciones públicas. ¿Se creen que somos idiotas?

Quiero vivir eternamente, sonreír diez veces por segundo y hacer de este mundo un lugar un poco mejor para aquellos que algún día ocuparán nuestro lugar. Anhelo que las personas den más valor al sabor de un beso en vez de a la discusión con el imbécil de turno. Quiero que todo esto cambie, queridos reyes magos. Porque un día fui un niño y mi mundo era más justo que en el que ahora vivo. Quiero un mundo mejor, como en esos años decía jugando al escondite inglés cuando alguna vez conseguía ganar la partida, “por mí y por todos mis compañeros”.

David Waldorf.

jueves, 8 de enero de 2009

xx. Fantasía .xx

Las máscaras de carnaval abarrotaban el Palacio Real de la capital. Alice apretaba su mano, a diez metros de distancia de mi presencia, al tiempo que yo no conseguía apartar la mirada de aquel chico que más bien parecía su animal de compañía. Todo el glamour y la lujuria de Roma se reunía aquella noche fusionada con indicios de alcohol y desenfreno.

Las más ilustres parejas de veinteañeros que se podían permitir la entrada a la fiesta más exclusiva de toda Italia bailaban escondidas de sus insignificantes principios bajo antifaces de colores resplandecientes, casi cegadores. La zorra que me acompañó hasta la alfombra roja para aparentar "normalidad" no me cobró demasiado.

Sabía que cuando el gran reloj de cuarzo marcara la medianoche tendría mi oportunidad, por fin. Se apagarían las luces y la oscuridad que inundase el Palacio sería testigo de la pasión. Le apartaría con furia de Alice y sosteniéndole con fuerza de la mano me haría con su voluntad hasta alguna de las dependencias reales del majestuoso edificio. Allí, sin necesidad de palabras insípidas ni excusas baratas le rasgaría el cuerpo descargando mi deseo por cada milímetro perfecto de su piel tersa hasta esclavizar a cada uno de sus sentidos, posesos del placer.

Ya ves, cosa de hombres.
No tengo miedo a la pira.