sábado, 31 de julio de 2010

xx. Uve de volver .xx

Siempre digo que lo que más me gusta al volver de un buen viaje es saber que Madrid seguirá ahí, donde siempre, esperándome con su Gran Vía, sus cafés por descubrir y sus miles de ojos que se deslizan entre exposiciones, compras y obras de teatro que nunca bajan el telón. Y así es.

BERLÍN fue mágico. Nunca había visitado una ciudad en la que la naturaleza, la ciudad y el arte se mantuviesen tan equilibrados. Es cierto que Londres tiene grandes parques, que es una ciudad hermosa y que cuenta con un gran número de museos, pero es diferente. En Berlín las tres partes conforman una sola, siendo todas ellas indispensables para conseguir el color berlinés que se obtiene como resultado.

Creo que es probable que viésemos más bicicletas que automóviles. Parece que los alemanes (al menos los de la capital) están concienciados con la contaminación y al mismo tiempo aprovechan para hacer ejercicio. La acera se divide en dos, y caminantes y ciclistas circulan en paz. Incontables las ocasiones en que, olvidándonos de esa división, nos colamos en el carril bici jugándonos el tipo.

Como en Italia, en Berlín hay que pagar por ir al baño y por echar ketchup en tu hamburguesa. Les pirran las curry-wurst (salchichas alemanas) y tienen mil tipos de cerveza. La comida rápida la suelen degustar de pie por lo que, además de que los precios disminuyen, uno debe olvidarse de sentarse en más de una ocasión.

Las marcas textiles de los centros comerciales son (en gran parte) las mismas que utilizamos en España: Zara, Pepe Jeans, Levis, Jack & Jones, H&M... Tienen Starbucks, Mcdonald y Burger King a puñados.

Nadie levanta la voz ni en las tiendas, ni en las cafeterias ni en las calles. En una semana no vi a un solo alemán hablar en voz alta. Se respira paz. Nadie interrumpe tus pensamientos en el transporte público porque el silencio reina y parece volverse ley.

Tienen más de 175 museos e incontables placas, reconocimientos y símbolos de arrepentimiento por la barbarie que protagonizó su país. Aunque sea un enemigo declarado del estudio de la historia (por incapacidad, que no por desinterés) quizá esta sea la parte más interesante a nivel humano de mi visita a Berlín; los alemanes no se perdonan - y es lógico - la barbarie que supuso el Tercer Reich. El nazismo se llevó por delante a varios millones de personas, en defensa de la teoría de la pureza racial que proclamaban Hitler y sus secuaces. Varias décadas después, los alemanes siguen avergonzándose de ello, y el turista se da cuenta con facilidad visitando lugares como el Homenaje a los judíos caidos en el Holocausto o el Museo Judío. Leer las últimas palabras que dejaron a sus familiares los seres humanos que perdieron la vida en el Holocausto se hace muy duro para cualquier visitante con un mínimo de sensibilidad.

No quería marcharme de allí sin conocer - y sobre todo sentir - el campo de concentración de Sachsenhausen, situado en la población de Oranienburg, en el que más de 200.000 judíos, homosexuales, Testigos de Jehová, gitanos, prisioneros de guerra... fueron encarcelados. Decenas de miles de ellos perdieron allí la vida. Si quieres leer la crónica completa de mi visita al campo visita
Sunday Morning Birds, mi otro blog.

En estos párrafos se resume mi viaje a Berlín. Habría que sumarle mil besos, cientos de fotografías, retales de piel, millones de abrazos y un saco de conversaciones que quedarán para Alberto y para mí. Pero en lo que habéis leido (más la crónica del campo de Sunday Morning Birds) queda perfilada la esencia de la semana que viví allí.

Sé que volveré a Berlín.

David Waldorf.

domingo, 18 de julio de 2010

xx. Be de Berlín .xx

Mientras los futbolistas de mi país se embolsan 600.000 euros por cabeza tras haber ganado el mundial y los políticos españoles se ponen por una vez de acuerdo, en concreto para impedir la publicación de anuncios de prostitución en los medios de comunicación -tras los que se esconden las mafias que trafican con mujeres-, yo me dedico a pensar en la be de Berlín y a dejar que corra en youtube un documental de la ciudad al que ni siquiera presto atención. Creo que lo que sucede es que la visión que me dan de la ciudad es muy diferente a la que yo, poco a poco, me he creado de ella.

Puede que mi novio aún se piense que el lunes subiré al avión sin ganas, por la manía innata que creía tener a Alemania, puede que crea que el viaje no me motiva. Nada más lejos de la realidad. Poco a poco, sin que él lo sepa, he ido leyendo artículo tras artículo de la ciudad en diversas revistas, he cerrado los ojos para imaginar, una y otra vez, a qué debe oler el aire berlinés y he intentado averiguar, mientras me mordía las uñas, qué sentiré al pisar una ciudad que, más allá de su juventud, ha vivido de cerca uno de los episodios más cruentos de la humanidad, si no el que más.

Cada segundo que pasa estoy más nervioso, me alejo más de Madrid y me descubro pronunciando mal un Wie geht’s? que queda bonito escrito, pero raro cuando sale de mi boca. Creo que me he enamorado de Berlín a base de soñarlo a mi manera, con la voz de Zahara junto a Coque Malla, con la energía brutal que sentiré al visitar ciertos lugares de la ciudad y, también, al mirar a un lado y descubrir quién viaja conmigo. He decidido no asentar ideas sobre cómo será la ciudad porque, probablemente, cuando esté allí la sentiré muy diferente a todo lo que me contaron de ella un día.


Hoy voy a empezar a construir la casa donde estaré para toda la vida,
voy a recorrer esta ciudad, voy a quedarme en Berlín para toda la vida.

David Waldorf.

sábado, 3 de julio de 2010

xx. La fuerza de un sueño .xx

Leroy tiene 18 años, le gusta cantar y es de Vitoria. Hasta aquí no tendríamos que sorprendernos, ¿verdad? En el momento en el que a estos primeros datos sumamos que su canal de youtube va camino de los 12.000 suscriptores y de los 2 millones de visionados, y que uno de los productores de Beyoncé, tras descubrir su talento en la red, se puso en contacto con él y se le ha llevado a América a grabar su primer disco, quizá la historia deje de parecernos tan trivial.

Descubrí a Leroy hace un par de semanas en una entrevista que le hicieron en el programa de Susanna Griso, Espejo Público, y además de emocionarme con la ilusión y la magia que transmitía con su voz y juventud, me recordó lo importante que era luchar por nuestros sueños. Cuando uno confía en sí mismo, siendo consciente de sus posibilidades y potenciándolas, el destino (que creamos) se pone de nuestra parte. Ojalá Leroy tenga suerte, pueda seguir viviendo su sueño muchísimo tiempo y un día llene grandes escenarios gracias a su talento. La fuerza de un sueño, eso es.



David Waldorf.