En el año 2008, el director español Javier Fesser sorprendió a todos, tras películas como El milagro de P.Tinto y La Gran Aventura de Mortadelo y Filemón, con el estreno de Camino, un cambio radical de registro en la trayectoria del cineasta, con una cinta de dos horas y media en la que una niña de once años conoce por primera vez el amor al mismo tiempo que la muerte se aproxima a ella, fruto de un cáncer. La unión sublime de pasión, libertad y crudeza que se entremezclan en un puzzle perfectamente encajado en la película, lleva al espectador a sentirse un personaje más de una historia tan bella como dolorosa por la inclusión de un elemento que no hace sino dar un giro de tuerca a lo que hasta ahora esperaríamos de una película de estas características: la religión.
La religión está presente en las creencias de una organización como el Opus Dei, a la que pertenece la familia de Camino, que se atreve a observar la proximidad de la muerte de la niña como una bendición de Dios, dejándonos momentos estremecedores a lo largo del filme, véase el aplauso final cuando la niña ya se ha liberado de una existencia en la que jamás llegó a integrarse del todo, huyendo de la ausencia de libertad en pro del amor más bello y sincero con el que fantasear hasta el último minuto de la enfermedad.
Una película tan controvertida y sincera como ésta, inspirada en hechos reales, no puede dejar frío a ningún espectador, que la percibirá – probablemente – según sus creencias, valores éticos y sentimientos, entendiéndola y mascándola de formas distintas según sus vivencias personales.
David Waldorf.
Camino, para mí, es una obra maestra. Una película con una fuerza espectacular y que a nadie deja indiferente. La amarás o la odiarás.
ResponderEliminarUn saludo David :P