Hace un par de semanas asistí al Taller de Periodismo Cultural impartido en La Casa Encendida por Elsa Fernández-Santos, cita a la que veo conveniente dedicar un post en el blog con el objetivo de reflejar algunos de los apuntes que recogí en mi pequeña libreta lisboeta sobre periodismo, cultura y otras cuestiones.
Partimos de la idea de que el periodista que se dedica a cultura se caracteriza por su necesidad de consumirla de forma compulsiva, por tener una gran imaginación y por no poder callarse el nombre del último festival o exposición que ha encontrado en el suplemento de turno. La mayoría de los periodistas culturales llevan, además, un escritor dentro. Si en cualquier rama informativa se nota la diferencia entre el periodista que sabe de lo que habla y el que no, en la sección de Cultura la diferencia entre unos y otros es abismal: la mezcla de gente culta y mediocre no sorprende en redacción. El espacio que se da a la cultura en un periódico rara vez supera las cuatro páginas, y las exclusivas se limitan a fallecimientos o polémicas como la famosa Ley Sinde.
Sobre los temas que entran o salen de la sección impresa, el redactor jefe es el que decide. No es extraño, igualmente, que un artículo sobre arte o danza dure mucho menos tiempo en la página web que un texto sobre un estreno cinematográfico o un lanzamiento musical. Jamás se publica lo mismo en el periódico que en la web, los contenidos siempre difieren. El espacio que se da a la poesía es casi inexistente.
En lo referente a las entrevistas hay que tener claro que el actor siempre va a ser entrevistado por cuestiones promocionales, empujado por la distribuidora, con el único fin de vender la película en la que participa, por lo que nos encontraremos con un discurso muy similar en todos los medios, unas respuestas medidas al milímetro y siempre a favor del producto que venden. La intimidad es algo por lo que muchos temen ser preguntados, aunque en el caso de los creadores es necesario indagar con el fin de descubrir qué aspecto de su vida les llevó a crear la obra que presentan, dónde se generó la idea que se convirtió en un largometraje, obra teatral o novela. Si sabemos hasta el último detalle de la vida de la persona a la que vamos a entrevistar será mucho más facil llevar el mando a la hora de realizarla.
La objetividad no existe, pero se debe ser todo lo imparcial que se pueda a la hora de realizar una crítica, sin que entren en juego prejuicios, estados de ánimo o circunstancias personales del periodista. No se juzga, se interpreta, se da un punto de vista. La opinión es a la crítica lo que el aficionado al experto, sin que este último esté jamás por encima del entrevistado, el lector o sus compañeros. Hay que tener la soberbia suficiente como para que ningún artista se sienta por encima del periodista en ningún momento a la par que disponer de la humildad de reconocer que no se ha tenido tiempo de leer un libro o ver una película. La honestidad es carta segura. Esto no quiere decir que el periodista no tenga que ir todo lo documentado que pueda. Las 'preguntas de control' de escritores y artistas son algo habitual para saber si el entrevistador se ha interesado por su trabajo. Es conveniente mantener la distancia con los artistas.
El auge de lo indie ante lo comercial es una realidad innegable, lo mismo que las redes sociales que, sin embargo, no pueden considerarse periodismo, sino información. Según Iker Seisdedos, jefe de la sección de Cultura de El País, el titular, el arranque y el cierre de un reportaje cultural es muy importante. Es imprescindible leer a aquellos periodistas que llevan años redactando reportajes culturales y tener siempre en cuenta que escribimos para los demás, no para nosotros mismos.
Mantener la distancia es regla de oro. Siempre será más facil entrevistar a alguien que no es de nuestro entorno que a alguien que tenemos cariño. La vestimenta, la mirada y, en definitiva, la comunicación no verbal, es importante: el entrevistado se forma un retrato de nosotros en unos segundos. A la hora de redactar la entrevista jamás se deben hacer juicios morales. Los mejores entrevistados son los ancianos, mientras que los artistas de música clásica y ópera resultan los más complicados, ya que el periodista rara vez es un experto en el tema.
Para Diego A. Manrique, figura clave del periodismo musical de las últimas décadas, la afirmación de que un concierto está por encima de un disco es muy discutible. Según él, no tienen nada que ver, es como comparar una película con su versión teatral. Son artes muy diferentes. La lucha contra el marketing es constante en la sección de Cultura, ya que las marcas intentan vender productos que en muchas ocasiones no son de calidad. En cuanto a los artistas que repiten una fórmula explotada una y otra vez hay que acudir al respeto, debido a que tienen un público que está sintiendo su música como algo mágico y único por primera vez.
Entre los consejos que cerraron el taller: intentar impactar siempre al lector, utilizar palabras simples e ideas claras, utilizar frases cortas, huir del lenguaje coloquial, leer continuamente y documentarse al máximo.
Si tenéis cinco minutos leed los
"25 mandamientos del periodista" que Tim Radford escribió para
The Guardian. Lo puedes encontrar en castellano
haciendo click aquí.
David Waldorf.