28 de Junio, Día del Orgullo Gay. La cabalgata llena de chicos guapos, Chueca inundada de colores fosforitos, y personas de cualquier condición sexual, música y alcohol celebrando el día por todo lo alto; y la pregunta de muchos: ¿pero por qué Día del Orgullo Gay?
Cuando tenía diez años sabía que había algo que no iba bien, no me sentía identificado con la mayoría de mis compañeros de clase; esa atracción sexual hacia casi cualquier fémina que ellos ya sentían, esa pasión por un deporte que a mí me parecía incluso aburrido, sus mismas conversaciones de siempre hablando de los pechos de la chica más atractiva de la clase… ¿Qué me pasaba a mí?
Crecí, física y psicológicamente, y fui siendo consciente de que mi vida no sería completamente igualitaria a la de los amigos de los que me rodeaba. Sabía que lo que me causaba felicidad era la sonrisa bonita de un chico caminando a mi lado; me prometí guardar silencio por no sentirme rechazado.
Era un niño silencioso, quizá porque mi único confidente era yo mismo; mis pensamientos y sentimientos no eran más que palabras calladas en mi mente que, catapultadas por el miedo, no saldrían de mi boca, prefería callar y contar conmigo mismo desconfiando de mi entorno.
A pesar de ese silencio recibí golpes que no merecí y que aunque ahora me sean lejanos siempre permanecerán enterrados en una esquina inhóspita de mi cabeza. Tuve que aguantar palabras injustas, bajar la mirada al pasar de largo cerca del grupo más agresivo del colegio, y llegué a tragar tierra por ser distinto a ellos. Fueron tiempos para olvidar, jurándome que algún día yo triunfaría y pisaría con mi valentía sus miradas de odio habiendo superado los obstáculos con los que un día me intentaron hacer tropezar.
Al ser consciente de lo que me estaba pasando busqué información, casos de más chicos como yo para ver que no estaba solo. Me informé, conocí chicos homosexuales y me acepté completamente, sabía que sí me aceptaba a mí mismo lo que pensara de mí el resto del mundo iba a estar de más.
Me enamoré como un loco de un chico cuyo nombre siempre recordaré y me pregunté el porqué de la discriminación existente en esta sociedad. Él dudó, pero frente a sus amigos las miradas de complicidad que buscábamos cuando nos quedábamos a solas desaparecían. A pesar de la sensación de vacío que siempre provoca un primer amor todavía guardo un buen recuerdo de aquella época.
A través de información, el apoyo de nuevas amistades y un poco de valor, con catorce años logré conversar con mis padres sobre mi orientación sexual. Decidí quitarme la careta de hipocresía que no estaba dispuesto a llevar un día más y dejando el miedo a un lado desnudé mis sentimientos ante el resto de mis familiares y amigos.
Lógicamente, lo de “eso es una moda, ya se te pasará” fue una de las frases más utilizadas por muchas de las personas con las que me sinceré. Me hacía bastante gracia porque sabía perfectamente que de moda nada, que mi vida se desarrollaría junto a un hombre, sin bodas con música eclesiástica ni las facilidades que me habría gustado. Era feliz, había sido valiente, me sentía orgulloso de ello. El camino hasta ese momento había sido duro, pero desde ese instante caminaría sin miedo, sin necesidad de esconderme ante nadie más.
Uno de los tópicos que más estúpidos me parecen es la imagen de promiscuidad que se tiene del homosexual por la parte más conservadora de la sociedad, que incluso se atreven a tacharte de depravado. Prefiero pensar que es así porque la ignorancia de la generalización les ciega la razón y no lo han vivido en su propia piel. Se equivocan completamente, ser homosexual es sentir, reír, llorar, enamorarte y volverte loco por alguien con quien quieres compartir tu vida, sólo que ese alguien es de tu mismo género. Ni es una opción sexual ni ser gay consiste en tener a un chulo cada semana, nada más lejos de la realidad. Al igual que nací con un color de ojos que me vino decidido genéticamente sin que nadie optara por ello, lo hice con una orientación sexual que de opción tiene poco.
Aunque es duro saber que en otra época, cultura o nación llegarían a plantearse si mereces vivir o no por el simple hecho de amar, es mejor llevar la cabeza alta dando la espalda a sectores como el sector eclesiástico y agradecer los derechos de los que disponemos en países como el nuestro gracias a la lucha de muchas personas de todo tipo de orientación sexual.
¿Sabes por qué celebro el día del Orgullo Gay?
Por sentirme orgulloso de haber llegado hasta aquí defendiendo una realidad que muchos aún no respetan, y por homenaje a esos millones de personas que un día, con miedo, se rebelaron contra un mundo tan bárbaro que impuso la violencia y la sinrazón por encima de los sentimientos y el sentido común.
David Waldorf.
Te aplaudo, y dejo de hacerlo para quitarme el sombrero. Un abarzo.
ResponderEliminarSiempre, siempre, desde el primer momento, nos tendremos el uno al otro, y más seremos poco a poco más los que nos apoyaremos los unos a los otros, cuando el miedo desaparezca de cada uno de todos esos rosotros...
ResponderEliminarTe Quiero, Mi Pequeño Gremlin.
Te agrego =).
ResponderEliminarNo hay nada mejor que aceptarse a uno mismo, al final lo único seguro que tienes es a ti mismo y es tontería perder el tiempo en intentar que la gente entienda cosas que deberían llevar de fábrica.
un beso david
*0* Yo mismo no lo habría dicho mejor.
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