martes, 13 de enero de 2009

xx. Queridos reyes magos .xx


Una vez más, como cada diciembre, os escribo mi carta navideña en la que escribo mis peticiones para los próximos meses del año que se avecina. Esta vez voy a dejaros con la boca abierta: no voy a pedir nada material. Queridos reyes magos, para los próximos doce meses me gustaría que cumplieseis alguno de mis deseos. No os llevéis las manos a la cabeza, mis peticiones ayudarían a que nuestro país fuese un poco mejor, ya veréis:

En primer lugar quiero que los políticos que nos representan dejen de atacarse unos a otros sin escuchar ni siquiera las palabras que salen de la boca de un compañero por ser del partido contrario. No juegan al parchís, donde unas fichas tienen que comerse a las otras, si no que tripulan un país gracias a la confianza que millones de españolitos les hemos dado. Que se escuchen entre ellos como individuos únicos y diferentes con ideas buenas o malas, pertenezcan al partido político que pertenezcan. Los economistas saben que existen ciclos constantes en los que la economía de un país sube, baja y vuelve a subir. Los lúcidos afirman que las guerras no las gana nadie y que ambos bandos salen perjudicados por las vidas que se pierden en el camino.

El oportunismo es jugar sucio: que un alcalde injurie a una parte de su país aprovechando su posición no está bien. Que tenga que morir un joven acomodado para que la Comunidad de Madrid actúe de forma desmesurada cerrando salas de ocio de la capital tampoco es correcto. ¿Tiene que morir gente para que las autoridades respondan ante las denuncias de sus ciudadanos? Yo pienso que no.

Me gustaría, por otra parte, que los adultos dejasen de lado la generalización respecto a la juventud que su país tiene. No todos los adolescentes españoles somos malos estudiantes, nos dedicamos a emborracharnos los fines de semana o faltamos el respeto a nuestros mayores. Muchos nos rompemos la cabeza luchando por sacar adelante nuestra licenciatura universitaria, nos manifestamos en defensa de los derechos que nos merecemos y cedemos el asiento en el metro cuando lo consideramos conveniente. Las manifestaciones de miles de jóvenes españoles a pie de calle en contra de la privatización del sistema educativo es un claro ejemplo de que no todos somos iguales: Entre el blanco y el negro hay una gran variedad de tonos grises: no tienen porque tacharnos de buenos o malos. Muchos de nosotros no perdemos la virginidad a los quince años; algunos creemos en el amor y lo defendemos con uñas y garras alegando que nuestros sentimientos pesan más que un deseo carnal efímero que convierte al cuerpo en esclavo.

Quiero pediros, magos de Oriente, que las personas dejen de hacer uso de la violencia en todos los ámbitos. El hombre ha evolucionado lo suficiente como para no tener que solucionar dilemas con la bofetada o la escopeta. Que la guerra muera. Que la violencia doméstica desaparezca. El mundo pertenece a los valientes que luchan por la paz, mientras que la violencia no es más que una expresión de cobardes. Aquel que firma un papel que organiza una guerra, dispara un gatillo o pisotea la dignidad de su semejante habrá fracasado como ser humano liquidando su valor como persona. Haz el amor, no la guerra.

También estaría bien que los medios de comunicación no estuviesen tan influenciados por empresas y grupos políticos, con el fin de conseguir una objetividad necesaria para una información justa y equilibrada de cara a los espectadores, lectores u oyentes. Telemadrid jamás será justo con la izquierda ni Telecinco con la derecha. La ideología que los medios nos inyectan de forma subliminal está injustificada.

Asimismo sería fascinante que los españoles aprendiésemos a valorar nuestra cultura: nuestro cine. Como apasionado de la pantalla grande me resulta soporífero el escuchar el típico comentario de “el cine español es muy malo”. En un año en el que he llorado en el cine con el sentimiento de catarsis que me ha provocado Javier Fesser con su polémica cinta Camino, y he saboreado el aroma sosegado de los diálogos de Casual Day me duele, más que nunca, que un sector de la sociedad tache de pésimo nuestro propio cine. En vez de admirar el camino recorrido por prodigios españoles como Javier Bardem o Penélope Cruz, por cuyas apariciones se pelean directores de Hollywood nos empeñamos en echar por tierra el trabajo de los nuestros. Jamás lo entenderé.

Quiero, queridos reyes, que las personas dejen de sufrir por pequeñas cosas y valoren la importancia de estar vivos. El valor de una sonrisa, la calma de una mirada bonita de la persona que queremos y la paz de un minuto en silencio. Me gustaría que los amigos no se traicionasen, el dinero no moviera el mundo y que Getafe siguiese siendo mi ciudad, cálida en verano e invierno, durante muchos años. Que las televisiones no nos vendan 906 para ayudar al tercer mundo cuando los gobiernos ladean la cabeza discutiendo estupideces en vez de preocuparse por esos números de teléfono que nos muestran cadenas que pagan miles de euros a personajes que se acuestan unos con otros o han estafado en administraciones públicas. ¿Se creen que somos idiotas?

Quiero vivir eternamente, sonreír diez veces por segundo y hacer de este mundo un lugar un poco mejor para aquellos que algún día ocuparán nuestro lugar. Anhelo que las personas den más valor al sabor de un beso en vez de a la discusión con el imbécil de turno. Quiero que todo esto cambie, queridos reyes magos. Porque un día fui un niño y mi mundo era más justo que en el que ahora vivo. Quiero un mundo mejor, como en esos años decía jugando al escondite inglés cuando alguna vez conseguía ganar la partida, “por mí y por todos mis compañeros”.

David Waldorf.

1 comentario:

  1. Hola David un fuerte saludo. La verdad, no sé muy bien como llegué a tu blog pero me alegro mucho de haber llegado. Por lo que he podido leer, no sólo eres muy buen escritor, también tienes unas ideas maravillosas. Y es que me parece que tu carta a los Reyes Magos es estupenda y ojalá que se cumpliera. Ojalá que los políticos se dedicasen a lo que se tienen que dedicar y que la sociedad descubriera a esa otra parte de la juventud que tu mencionas.

    Sigue escribiendo ;) un saludo, Laura.

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