viernes, 22 de mayo de 2009

xx. Vendido .xx

Vivimos en una sociedad compleja. Salimos a la calle y nos cruzamos a diario con decenas de personas diferentes, individuos con vidas completamente distintas pero influidas por un mismo sector: el mercado publicitario. El vaquero que tan bien le queda al chico que te vuelve loca, el destino de vacaciones de tu mejor amiga, o el descapotable del jefe que algún día tendrás son sólo algunos de los ejemplos de lo que puede conseguirse vender con un chaquido de dedos mediante una buena estrategia publicitaria.

Probablemente, el chico con el que sueñas vio anunciada la marca del pantalón que lleva puesto en los anuncios de gran tamaño del centro comercial de moda. Es casi seguro que tu amiga se fuese a Nueva York por lo bien que se lo vendió el cachas de la agencia de viajes y, por supuesto, los millones que tu jefe se ha dejado en el descapotable han sido para conducir la marca más elegante y cara de toda la ciudad mientras el resto de la humanidad se muere de envidia.

La publicidad es al comercio lo que la belleza a la fealdad; no puede existir lo uno sin lo otro. Por tanto, podemos afirmar sin temor a equivocarnos que las técnicas publicitarias existen desde los orígenes de la civilización. Si nos remontamos al año 3000 a.C, podemos permitirnos la licencia de tomar como ejemplo una tablilla de arcilla, encontrada en Babilonia, con inscripciones para un comerciante de ungüentos, un escribano y un zapatero.

El método más económico y ágil de publicitar “algo” es el llamado boca a boca, esto es, la oralidad. Si la histriónica vecina del quinto, que se relaciona con toda la comunidad, se enamora locamente del nuevo culebrón de Televisión Española, podemos dar por sentado que todo el edificio, y por qué no, todo el barrio, habrá recibido una influencia importante para al menos acercarse al mando de la tele y hacer zapping para ver de qué va la nueva pasión de la cotorra del vecindario.Todo esto es, básicamente, la esencia del mundo publicitario, ese sector tan presente en nuestras vidas sin que muchas veces nos demos cuenta de él.

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