jueves, 26 de noviembre de 2009

xx. Sí, me gusta leer .xx

Cuando esta tarde curioseaba en una de las estanterías de mi habitación, me di de bruces con un libro de Fernando Savater que me hizo recordar su intervención, el pasado sábado 14 de noviembre, en el Festival Eñe de literatura, una cita en el panorama cultural español que desde ahora se convertirá en un evento anual en la capital.

A lo que iba, que allí estaba yo escuchando a Savater mientras el resto de jóvenes españoles – al menos los que yo conocía - volvía de fiesta o dormía plácidamente en sus camas. A pesar de los diez euros que nos cobraron por entrada, he de decir que mereció la pena pasar el día allí, junto a escritores de la talla de Antonio Gamoneda y Álvaro Pombo. Fue un placer pasar unas horas entre libros, lectores y escritores, sí que lo fue.

He llegado a la conclusión de que tendría que vivir al menos dos veces para leerme los libros que guardo por todas las habitaciones de mi casa: ¿cómo puede darme tanto placer un taco de páginas lleno de palabras?

Me decía hace unos días una buena amiga que no sabía por qué le gustaba tanto el olor a gasolina, que le parecía algo ilógico. Recuerdo que le contesté que a mí me volvía loco el olor a libro nuevo desde que tengo uso de razón y que, aunque no lo entienda, siempre lo saboreo, ¡y vaya si lo saboreo!


jueves, 19 de noviembre de 2009

xx. LesGaiCineMad .xx

Entre el 29 de octubre y el 8 de noviembre se celebró en Madrid el 14º Festival Internacional de Cine lésbico gai y transexual de Madrid. Aunque me habría gustado asistir a más proyecciones del festival, en esta ocasión sólo pude acudir al visionado de un largometraje: tiempo suficiente para adquirir el catálogo oficial, ver el ambiente de esta edición y ser capaz de redactar esta entrada.

La variedad de emisiones sigue siendo bastante buena, con películas proyectadas y también premiadas en festivales como el de San Sebastián o el de Berlín, de las que ya había oído hablar en algunos medios de comunicación. El ambiente sigue siendo muy cálido, sobre todo en las salas más pequeñas, donde la mayoría de la gente se conoce y acude en grupos para ver una película determinada.

Desafortunadamente, el festival cuenta con tres inconvenientes que no se solucionan con el paso de las ediciones: en primer lugar, la poca visibilidad del evento en los medios de comunicación más allá de las publicaciones de temática gay que uno se puede encontrar en la entrada de alguna librería de Chueca y de la página publicitaria en los medios patrocinadores.

La ausencia de descuentos para jóvenes que no estudien en las universidades que colaboran con el festival (entre otros), supone el segundo punto débil del evento, ya que por el mismo precio de una entrada al festival ‘casi’ podemos asistir a un cine cualquiera de la Comunidad de Madrid. Por último, la escasa oferta de sesiones (un máximo de tres por película durante todo el evento) dificulta tanto a estudiantes como a trabajadores la posibilidad de disfrutar del programa que ofrece el LesGaiCineMad.

Aún a pesar de estas tres puntualizaciones, se agradece enormemente el regreso – año tras año – de un festival que para muchas personas supone un soplo de aire fresco en la oferta de ocio gay de la capital.
David Waldorf.

jueves, 12 de noviembre de 2009

xx. Una pequeña maravilla .xx



El corto The Butterfly Circus ganó el primer premio
del concurso The Doorpost Film Project.

jueves, 5 de noviembre de 2009

xx. Dance .xx

Nos cruzamos por primera vez en un paso de cebra cualquiera de la ciudad de Nueva York. La escuela de danza lo era todo para mí a pesar de dejarme las rodillas destrozadas en cada clase. Hasta ese momento mi día a día se basaba en una simple rutina a la que ya me había acostumbrado desde hacía tiempo: despertador, café y tostadas, patearse las mismas avenidas una y otra vez, doce horas de baile, vestuario (o museo de cuerpos perfectos) y, por último, vuelta a casa.

Tenía tan medido el camino que no podía evitar contar los pasos que daba desde que pisaba la calle a las diez de la mañana hasta que llegaba a la escuela una hora después. El regreso era más desenfrenado: cuando las luces y la locura invadían la gran manzana, y el sol desaparecía junto a la cara inocente de la ciudad, yo ponía mi reproductor de música a todo volumen y retomaba el camino de vuelta al compás de la banda sonora de Espera al último baile con distintos pasos, acrobacias y saltos que me convertían en alguien extraordinario ante las miradas de mendigos, borrachos y pandillas de adolescentes extraviados. Las noches de lluvia escondía mi cabeza bajo la capucha del jersey del colegio y saltaba sobre grandes charcos de barro convirtiendo cada salpicadura en mi ropa en un nuevo éxito producto de mi pasión impulsiva.

Una de esas noches, en las que la música me poseía y el baile me hacía inmortal, apareció él: recuerdo que era medianoche. Al otro lado de la carretera una figura oscura, joven y atractiva esperaba el momento oportuno para cruzar aquel paso de cebra, mientras yo me dejaba llevar por la pasión que invadía mis venas al girar alrededor del semáforo en rojo, danzando seguro de lo que hacía. Él fingía no verme, y cuando al final la luz cambió de color y nos dirigimos en direcciones opuestas, nuestras manos se rozaron y volví a la realidad. Me giré y vi las rayas marrones de su jersey para terminar intercambiando dos miradas y una sonrisa.

Desde entonces, cada vez que llego a ese paso de cebra, espero a que den las doce y aparezca, siempre termina haciéndolo. Esperamos la luz verde, nos cruzamos y buscamos un roce brusco de nuestras manos, ocultas en la oscuridad, recordándonos que la siguiente noche estaremos ahí otra vez regalándonos unos segundos de magia, bailes de sensaciones y trueque de felicidad. A día de hoy es más que suficiente.

David Waldorf.