Cuando esta tarde curioseaba en una de las estanterías de mi habitación, me di de bruces con un libro de Fernando Savater que me hizo recordar su intervención, el pasado sábado 14 de noviembre, en el Festival Eñe de literatura, una cita en el panorama cultural español que desde ahora se convertirá en un evento anual en la capital.
A lo que iba, que allí estaba yo escuchando a Savater mientras el resto de jóvenes españoles – al menos los que yo conocía - volvía de fiesta o dormía plácidamente en sus camas. A pesar de los diez euros que nos cobraron por entrada, he de decir que mereció la pena pasar el día allí, junto a escritores de la talla de Antonio Gamoneda y Álvaro Pombo. Fue un placer pasar unas horas entre libros, lectores y escritores, sí que lo fue.
He llegado a la conclusión de que tendría que vivir al menos dos veces para leerme los libros que guardo por todas las habitaciones de mi casa: ¿cómo puede darme tanto placer un taco de páginas lleno de palabras?
Me decía hace unos días una buena amiga que no sabía por qué le gustaba tanto el olor a gasolina, que le parecía algo ilógico. Recuerdo que le contesté que a mí me volvía loco el olor a libro nuevo desde que tengo uso de razón y que, aunque no lo entienda, siempre lo saboreo, ¡y vaya si lo saboreo!
No hay comentarios:
Publicar un comentario