
A lo que iba, que allí estaba yo escuchando a Savater mientras el resto de jóvenes españoles – al menos los que yo conocía - volvía de fiesta o dormía plácidamente en sus camas. A pesar de los diez euros que nos cobraron por entrada, he de decir que mereció la pena pasar el día allí, junto a escritores de la talla de Antonio Gamoneda y Álvaro Pombo. Fue un placer pasar unas horas entre libros, lectores y escritores, sí que lo fue.
He llegado a la conclusión de que tendría que vivir al menos dos veces para leerme los libros que guardo por todas las habitaciones de mi casa: ¿cómo puede darme tanto placer un taco de páginas lleno de palabras?
Me decía hace unos días una buena amiga que no sabía por qué le gustaba tanto el olor a gasolina, que le parecía algo ilógico. Recuerdo que le contesté que a mí me volvía loco el olor a libro nuevo desde que tengo uso de razón y que, aunque no lo entienda, siempre lo saboreo, ¡y vaya si lo saboreo!
No hay comentarios:
Publicar un comentario