viernes, 28 de noviembre de 2008

xx. El valor de lo efímero .xx

Cada amanecer me enfrento a la vida con furia e intento que perduren todas las sensaciones que voy sintiendo en los huecos de mi memoria. A cada instante doy un paso con firmeza y visto la cabeza bien alta prometiendo que cada día será mejor que el anterior. Cada mañana observo, sonrío y me intento convencer del valor de lo breve. A cada momento asimilo lo intensa que es la vida, efímera y a la vez tan sórdida.

Giro el cuello y me doy cuenta del estrés con el que vive la gente, mi familia y yo mismo. Camino más lento aún, siempre llegando impuntual a cualquier sitio. Nací después de lo esperado, conocí al chico que me volvió loco antes de que me tocara hacerlo y llego tarde a todas horas. Lo mío no es el tiempo exacto, las exactitudes; a mí me gusta la sensualidad de la lentitud con la que la gota de lluvia se precipita desde una nube hasta el charco donde un día saltaba con unas botas de niño idiota salpicando a todas las mujeres mayores que pasaban por allí; a mí me encanta dividir la sonrisa de una persona que quiero en varios fotogramas que me permitan degustarla mejor…a mí, a mí. Hace años que dejé de hacerle llaves a la velocidad con la que pasa el tiempo.

Efímero, piénsalo… qué palabra más bella, ¿verdad?

La vida en sí misma es efímera, huidiza. Los veinte segundos en que nos atamos los cordones por primera vez o montamos en bicicleta para dar de bruces con el suelo; el primer amor, que se desliza entre los dedos hasta escapar transformado en brisa inerte que jamás regresará. Efímero, repito, efímero.

Un primer beso, húmedo y breve, que frena tu vida en seco desafiando la ley de la mortalidad. Los tres minutos de una canción que te emociona al recordarte a un ser querido que ya no está, cómo duele. La hora y media de una película que muchos dicen que es mala pero que para ti toma un sentido especial. Una tarde que te regalas sin mentiras, sin presiones, contigo mismo. Efímero, repito, efímero.

Dar treinta pasos con los ojos cerrados en medio de un bosque, confiando en que no te romperás la mandíbula al golpearte con cualquier rama gruesa. Un buen libro acompañado de un descafeinado, tu mejor amiga y la vista más bonita de todo Madrid. El éxito del fracaso y el fracaso del éxito. Darse cuenta de que las cosas no son lo que parecen, que ni estás tan solo ni tan acompañado. Que algunos que parecían quedarse para siempre se fueron y otros que no prometían demasiado siguen a tu vera. También reconocer que eres el mismo niño que hace quince años eras, pero con líneas que marcan en el mapa de tu rostro los caminos que recorriste, hasta dónde llegaste. Observa tus facciones.

Sentir, vivir, amar, sonreír, madurar, aprender, sufrir para mejorar: sin prisa, pero sin pausa. Ser consciente de que la felicidad se refugia en el cúmulo de pequeños momentos, y que perseguirla como una meta sólo llevará a la frustración. La felicidad, como el amor, viene sin fecha, pero... pobre de aquel que jamás llegue a amar, pues habrá vivido en vano.

Efímero... qué palabra más bella.
David Waldorf.

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