Sierra leona, al oeste de África, ocupa el último puesto en el índice de desarrollo humano.
Imagina por un momento un país repleto de diamantes, petróleo y oro; ahora borra la nota de color y lujo que habías dibujado en tu cabeza, al sumar a esa riqueza las cenizas de una guerra de diez años que acabó con la vida de 50.000 personas y convirtió a los niños en máquinas asesinas testigos de mutilaciones, violaciones y torturas. Ahora sí, bienvenido a Sierra Leona, el país más pobre del mundo.
Geográficamente, Sierra Leona limita con la República de Guinea al norte, con Liberia al sureste y con el Océano Atlántico al suroeste. En 1991, el país se vio sumido en una guerra civil que, durante una década, sumergió a la población de la nación africana en un contexto de decadencia que a día de hoy se mantiene al situarse en el último puesto del índice de desarrollo humano (IDH) elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Aunque la situación ha mejorado tras la conclusión del conflicto en 2001, las consecuencias de la guerra se hacen visibles a través del deterioro experimentado en sus infraestructuras, los servicios públicos y las condiciones de seguridad, según informa el Ministerio de Asuntos Exteriores de nuestro país.
La sanidad del estado es mala y no existen servicios de urgencia; mientras que España cuenta con 330 médicos por cada 100.000 habitantes, los ciudadanos de Sierra Leona se tienen que conformar con tres para la misma cantidad de personas, de acuerdo a los datos del informe de las Naciones Unidas. El clima caluroso y húmedo del país no ayuda al hambre extrema que se sufre en el lugar, donde un 38% de la población no dispone ni tan siquiera de acceso a un recurso vital como es el agua potable y en el que la tasa de alfabetización supera el 34%, según datos de la misma fuente.
Amnistía Internacional (AI) es consciente de que uno de los recursos más ambiciosos de Sierra Leona es la proliferación de diamantes, cuyas ganancias ascienden a miles de millones de dólares, que se obtienen mediante el comercio ilegal, lo que sirve a los caudillos militares y a los grupos rebeldes para comprar armas, dificultando de esta forma la posibilidad de alcanzar la paz y el avance en dicho territorio. Una insignificante cantidad de brillantes puede desencadenar con suma facilidad en una cruenta matanza.
Para Chema Caballero, director del programa de rehabilitación de niños y niñas soldados de los Misioneros Javerianos en Sierra Leona, “la riqueza no llega a la gente y eso es lo que hace que te hierva la sangre y que te digas qué es lo que realmente está pasando aquí, y eso los jóvenes también nos lo están preguntando, ¿si somos tan ricos por qué vivimos en la miseria? (…) Hay que pedir responsabilidades a nuestros gobiernos para que se cumplan las leyes internacionales, que no haya tráfico de armas y que las materias primas que salgan del tercer mundo tengan un certificado y garantía de que no están manchados de sangre”.
Aminata Mansaray, de 16 años de edad y nacida en la región septentrional de Sierra Leona, no fue al colegio durante gran parte de su vida y, sin embargo, conserva intacto el sueño de convertirse en maestra para ayudar a las niñas que no pudieron asistir a la escuela al igual que ella. Varias ONG, como Médicos Sin Fronteras (MSF), trabajan en Sierra Leona ejerciendo distintas labores humanitarias para que el sueño de Aminata pueda hacerse posible en un futuro no muy lejano, en un porvenir en el que los niños de su país no tengan que convivir más entre retales de muerte y escombros, y dibujen con lápices de colores el futuro que se merecen, olvidando el tiempo perdido que la crueldad de la guerra les arrebató.
David Waldorf.
Una vez más, por esto, me quito el sombrero.
ResponderEliminarWaaaa, q bueno! Digas lo que digas, lo tuyo es periodismo. :D
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